Escobas voladoras, niños magos surcando las nubes a la caza de esferas veloces, aros colgados en las nubes… Los lectores de Harry Potter saben de qué hablo: el juego del Quidditch.
Uno de los recursos más seguros en las obras de entretenimiento es insertar, como episodio culminante, una partida de algún juego o deporte. Ejemplos con el fútbol los tenemos en Evasión o Victoria, o La Bruja Novata; con el baloncesto en Space Jam, y con las carreras olímpicas en Carros de Fuego, por citar algunos. Si además el juego es otra ficción, la imaginación del público se dispara, como ocurre en el Rollerball (que da nombre a un film para adultos) o en el Quidditch, del que hablamos ahora.
El Quidditch es un invento de J. K. Rowling, creadora de la saga de cuentos de Harry Potter. Aparece ya en la primera entrega, lo que demuestra que la escritora quiso convertirlo en una de las señas de identidad de sus personajes y del mundo de la Escuela Hogwarts de hechicería y magia. Para quien no conozca estos libros, estamos hablando de un juego más cercano al deporte que al juguete: se practica a velocidades asombrosas, a muchos metros de altura, hay contacto y riesgo… En este juego, dos equipos deben introducir unas esferas voladoras por unos aros para obtener puntos. Las esferas son de tres tipos: Quaffle (para marcar y obtener 10 puntos), Bludgers (atacan a los jugadores para desestabilizarlos) y Snitch dorada (que otorga 150 puntos y puede decidir la victoria). Los jugadores son 7 por equipo y vuelan sobre sus escobas de categorías diversas como son las Nimbus 2000, Nimbus 2001 o la Saeta de Fuego, y tienen varias funciones: un guardián para detener lanzamientos, dos golpeadores que desvían las bludgers, tres cazadores para marcar tantos y un buscador para atrapar la Snitch. Los equipos pertenecen a las diversas clases de Gryffindor, Slytherin, Ravenclaw y Hufflepuff. Al primero pertenece Harry Potter.
La invención de Rowling entró con buen pie entre sus lectores. A ello contribuye el que se hayan acoplado caracteres que “suenan” a otros deportes como el fútbol o el baloncesto, y se adopten criterios como el de juego limpio o el ecológico (se dice que la bola snitch se introdujo para sustituir la originaria persecución de un animal –el snidget dorado, en peligro de extinción-, lo que nos recuerda a la supresión de la caza del zorro)… la duración es indeterminada pues depende de cuándo se atrapa la snitch dorada (alguna partida ha durado hasta tres meses). Existen campeonatos mundiales cada cuatro años, como el que aparece en Harry Potter y el cáliz de Fuego (2005), que será ganado por Irlanda en la final contra Hungría. Hay incluso componentes sociológicos que suenan familiares, como son el que a Hermione Granger, compañera de Potter, no le divierta especialmente el juego.
Su reglamentación se desarrolla en el libro El Quidditch a través de los tiempos, obra de la misma autora. El libro fue elaborado a raíz de una petición de la fundación Comic Relief y se presenta como un ejemplar más de la Biblioteca de Hogwarts, escrito por el mago Kennilworthy Whisp y editado por Whizz Hard Books. La obra viene a completar el “Universo Potter”, y en ella se cuenta la historia del juego y su evolución de más de mil años desde el Queereditch Marsh, se incluyen sus reglas, sanciones, requisitos…
Lo que no podíamos imaginar es que un juego tan fantástico como el Quidditch pudiera ser practicado por los humanos normales. Pero así ocurre con el Muggle Quidditch (los muggles son los hombres sin magia), el cual es practicado en campos de tierra o césped, sin escobas pero a veces sobre patines, y con sus aros a modo de portería. Ha generado verdaderas competiciones, especialmente en Gran Bretaña pero también en otros puntos, como ocurre en Baracaldo (España) donde hay verdaderos equipos constituidos. Como vemos, la imaginación da sus frutos donde menos se espera.