cometa y niñosPocos juegos conocen tantas aplicaciones como la cometa, a pesar de su aparente simplicidad. De hecho, la cometa no fue conceptuada como juego sino muchos siglos después de su invención.

  Parece haber unanimidad en que su origen está en China, hace unos 2.500 o 3000 años, y que sus primeros usos fueron militares. Podía utilizarse para medir distancias respecto al enemigo, y para transmitir mensajes con un sistema de colores y movimientos. Los chinos las usaban también como instrumento de meditación, o para usos más prácticos como la pesca. Su funcionalidad le facilitó una rápida difusión por Oriente y por el Pacífico, llegando a lugares tan recónditos como la Isla de Pascua. A Europa llegará en la Edad Media, atribuyéndose su conocimiento al contacto con los mongoles, o con los árabes, mientras para otros el mérito sería de Marco Polo o de los navegantes del XV. Algunos adelantan su adopción al tiempo de los romanos, quienes habrían ideado un sistema de cometas para que los arqueros percibieran la dirección y fuerza del viento.

  La cometa también ha tenido un uso científico. Isaac Newton experimentó con ella. Benjamín Franklin se hizo famoso en 1752 cuando colocó una llave al final de una cometa y salió con ella en un día de tormenta, lo que le permitió descubrir la naturaleza eléctrica del rayo e inventar el pararrayos. El gran inventor Graham Bell ideó –con apenas éxito- un prototipo de cometa tripulada.

  Como suele ocurrir, los niños no tardaron en descubrir el potencial de este utensilio y lo aplicaron a sus juegos, convirtiéndolo en habitual en la Europa del siglo XVII para niños y mayores. Prueba de ello será un cuadro de Goya, ya en el XVIII, representando una escena campestre en la que unos jóvenes se entretienen volando una cometa, u otro cuadro semejante de Maurice Denis en el XIX.

  El placer que se siente al volar una cometa es difícil de describir. Combina la sensaciones de participar en la naturaleza con las de conocerla y disfrutarla; es un ejercicio al aire libre lleno de plasticidad y concentración, y su práctica en grupo se presta a retos y aprendizajes. Tan sólo precisa de ciertas precauciones tales como no volarla cerca de líneas o postes eléctricos ni en momentos de lluvia o tormenta, así como eludir zonas de carreteras o donde haya otras personas.

  No es casualidad que la cometa fuera utilizada por los niños palestinos de Gaza para mostrar sus ansias de felicidad. Ocurrió en 2009. La iniciativa surgió en un campamento de refugiados de la ONU. Sus gestores se propusieron incentivar a los niños con algún cometido ambicioso y se eligió batir el record Guiness de cometas al aire. Hasta entonces el record era de 710 cometas (Alemania, 2008). Los niños palestinos reunieron 3.000 cometas en la playa de Beit Lahiya, que volaban a la vista de las torretas militares israelíes en una llamada de atención por la paz y la belleza. Al año siguiente, 2010, duplicaron su propio record: esta vez fueron 7.202 niños llenando el cielo de colores y cintas. Días antes esos mismos niños (7.203) habían batido el record de botes con balón de baloncesto. Dos récords colectivos en una semana, toda una lección.

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